Sobre el sentido de la vida. Dos ámbitos mentales para el sentido de la vida

5 Mar 2025

En el texto de Metafísica del profesor Francisco José Martínez Martínez, se pone en evidencia que uno de los 5 tópicos básicos de la Metafísica contemporánea es el sentido de la vida. Dentro de ese lugar común en la disciplina caben dos encuentros: a) desde el ámbito religioso y b) desde el profano, de tener en cuenta la distinción de Durkheim sobre el hecho religioso de las sociedades de la Europa moderna. Las respuestas no religiosas datan de “hace poco” desde una perspectiva histórica, habida cuenta la gran importancia que el sentido de la vida ha tenido en la conformación de la cultura expresa en la civilización occidental. Referirnos a Dios  ­­–núcleo esencial de las religiones monoteístas– será un paso obligado para tiempos inciertos de fragilidad natural; a él se refieren las narraciones individuales atrincheradas en los pequeños habitáculos de nuestras ciudades. Creer en Dios, el Dios de la vida  –si se quiere–, es, o puede ser, una tabla de “salvación” para mirarnos en el espejo de la incertidumbre. De no tener al Creador de nuestra parte, debemos rebuscar en la identidad de uno mismo desde el convencimiento antropológico de la evidente orfandad de nuestra especie. Este último paso es por el que apuesta la metafísica del profesor Martínez. Los dos ámbitos han de ser tratados para enmarcar la apuesta vital de cada uno en el replanteamiento a descontar en este encierro prolongado. Uno u otro han de servir de estímulo para “soportar” el disloque normativo al que nos estamos enfrentando. Tiempos de cambios se avecinan, dos miradas nos esperan para conformar un futuro, siempre desdiciendo las palabras de Antonio Diéguez en el artículo “Una pandemia sin norte: los pensadores no levantan cabeza con el coronavirus”, desde donde ridiculiza el aporte filosófico al convivir humano.  Cuanto menos, hemos de decir que enmarcar la realidad si corresponde al acerbo filosófico. No podremos asegurar de si es mucho o poco, pero nada de irrelevante le pertenece, más bien es ya una pequeña luz que mitigue la propia insensatez de su negación. Aquí nos podemos detener en Deleuze y Guattari (recordando su obra ¿Qué es Filosofía?), el filósofo crea conceptos para escapar del caos y conformar -cuanto menos- un microcosmos por el que navegar; así lo pretendemos en este blog.

Desde la perspectiva de las creencias religiosas

Hace unas semanas un periódico nacional se hacía eco de una encuesta que reflejaba que el 23% de los portugueses “hablaban” diariamente con Dios. M. Weber a principios del siglo XX,en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, dejó escrito que la religión en las sociedades complejas son generadoras de sentido; incluso la religión cristiana (en su vertiente protestante-calvinista) fue el desencadenante de la burguesía triunfante en el desarrollo del capitalismo. Berger y Luckmann en su exitoso libro La construcción social de la realidad mantiene la importancia de la creencia religiosa para dar sentido -construir la realidad dicen ellos- a la individualidad en el sustrato de las sociedades complejas contemporáneas. N. Luhmann, ira algo más lejos al señalar que el subsistema religioso es el único (quizás junto al dinero del subsistema económico) que sirve para dar sentido al hombre de nuestras sociedades super-complejas o hipercomplejas.

Desde la lógica de sentido de las religiones nos acercamos a la definición de Martín Velasco, quien precisamente incide en este concepto. La religión sería esa peculiaridad humana que muestra un ente creador quien dota de sentido al individuo a la vez que lo hace a la historia misma. Un espacio, por tanto, específicamente para dotar de sentido a la realidad vivida, al cuerpo sentido como estrategia ordenada en un cosmos eterno, en un alfa y omega como señalo Teilhard  de Chardin en el libro El fenómeno humano. En esa plenitud siempre buscada, que ya se anticipa para el creyente, hace hincapié Karen Armstrong en Una historia de Dios. 4000 años de búsqueda en el judaísmo, el cristianismo y el islam, al escribir “se puede ver a Dios —una vez mas— como la plenitud de la humanidad”. El hombre y la sociedad adquieren el sentido de lo eteno en la entrega permanente al Dios que se hace presente, y fundamentalmente futuro, para el hombre y la humanidad entera. ¿Qué importan, por tanto, unos días, semanas, meses de incertidumbre, si disponemos de esa fe entregada a la inmensa realidad del ahora y del después? Para aquellos que profesen esa fe en el Dios al que acabamos de mostrar, “todo esta bien”, “todo permanece inalterable a la conciencia”. Pero este Dios puede no ser único, incluso vemos en nuestro tiempo de nuevo la trilogía en la que fundamentó la historia de la religión Gustavo Bueno en el Animal divino. Ensayo de una filosofía de la religión. Partía de un principio que identificó como Numen, un segundo pluralismo en dioses varios, animales-hombres y un sinfín de relatos míticos sobre el comienzo de los hombres y las cosas, finalizando esta trilogía en las religiones monoteístas como seres de los que depende el hombre. Como colofón la religión de los ateos, última epopeya sobre la realidad. Hoy, en nuestras sociedades hipercomplejas volvemos a los númenes a través de nuestras mascotas, ¡verdaderos dioses de nuestro tiempo! Otros –siguiendo la trilogía de Bueno– optan por adorar a los extraterrestres, confían en que algunos de ellos, más evolucionados que nosotros, nos trasmitan el conocimiento para acabar con el maldito virus que amena a la humanidad entera. Algunos –no pocos– esperan de los cielos esas voces benefactoras que “han de llegar” seguramente a través de susurros en sueños a los científicos de la biología. Los adeptos a las religiones primarias y secundarias también debe estar confiados, nada hay de temer, pues, a pesar de nuestros pecados y equivocaciones, llegará la promesa de un mundo mejor.

Los ya convencidos en esta trilogía de formas transcendentes deberían estar tranquilos, ellos “saben”, creen, están a salvo confiando en sus rezos, halagos y demás súplicas. Además, lo que sobrevivan a la incertidumbre TENDRÁN RAZÓN, ¡habrán sobrevivido! lo que reforzará su fe. Esos otros que andaban un tanto despistados confiando en ellos mismos, en el dios de la ciencia con sus tentáculos técnicos o en la propia sociedad, algunos de ellos, querrán volver a ese redil de seguridad, a esos lugares en los que se llora en común como bien decía Unamuno. Volverán a las iglesias porque juntos, el dolor es siempre más soportable, porque recordarán sus años de infancia ante la magia de los juegos y la seguridad de sus mayores. En ese tiempo pasado, todo tendrá de nuevo sentido, no hace falta más que mirar las fotos de la infancia, las risas y miradas complacientes, cuanto menos con la cámara. Emergerá un sentir transcendente, una mirada hacia lo divino, un reconocernos pecadores como estrategia de humildad, necesitados de los otros, del Todo transcendente y de cada uno de los entes naturales que nos envuelven. Unos u otros dioses poblaran de sentido a estos tiempos de escasez, de razón disminuida por el pavor; día a día, incrementado. El hombre no puede vivir en esta continua zozobra, deberá alzar la mirada hacia otras posibles realidades más altas, cuanto más bajos nos sintamos. Nuestra historia como especie nos muestra caminos, senderos ya recorridos en otro tiempo, quizás tan malos o peores que los de ahora mismo. Si estamos aquí, aún vivos,  es porque funcionaron, en el decir del creyente, pero debemos tener en cuenta las palabras de Karen Armstrong: cada generación deberá crear la idea de Dios y su experiencia. Eso es ahora mismo.

Lo laico ante el sentido de la vida

Una nueva mirada de análisis se alza a la metafísica, después de la Edad de la nada de Peter Watson, la búsqueda se hace antropología como ya escribiera Hegel. Desde Dios al hombre, y al faltar el primero se hace básica respuesta indagar en la conciencia del ser que piensa la realidad. Las preguntas se hacen necesarias desde la individualidad si bien estas han de ser compartidas para generar cultura. La rapidez de los acontecimientos en la “anterior” normalidad apenas permitían modificar lo común compartido, las metas quedaban definidas y tan solo había que enfilar el horizonte, dado estaba y la perturbación se ausentaba en la cotidianidad anhelada. Ahora lo profano se tendrá que crear de nuevo, Durkheim nos avisó, al desaparecer lo específicamente sagrado se deberá buscar algún atisbo de sacralidad en la amplitud de lo profano. Esto desprovisto de misterio, no sirve para movilizar las energías solitarias y menos las colectivas en las sociedades de los hombres. De lo profano ha de emerger “un nuevo misterio” que dirija el futuro, de haberlo.

El profesor Fco. J. Martínez entiende tal acontecimiento desde la creencia en una mayor dosis de ciencia, de más democracia colectiva y, por tanto, valorada desde el sujeto individual, a la vez que una búsqueda de aquello que desde el inconsciente freudiano nos aparta de los otros dificultando la convivencia. El hombre necesita creer en sus posibilidades de ser un ser abierto a los otros, a la naturaleza, al mundo confiando en el juego. Es hora de jugar, de recrear la realidad en una nueva posibilidad cimentada en la razón que nos distingue en unidad con la materia de la que partimos. La negación de la muerte, texto del antropólogo judío Ernest Becker, nos confirma la necesidad de la heroicidad como atributo básico de cualquier ser humano. El camino hacia los dioses forjaron esa heroicidad desde hace milenios, hoy se deberá buscar en las lógicas de sentido que igualmente imaginara Viktor E. Frankl en El hombre en busca de sentido, texto que anticipa la logoterapia como reflejo de lo vivido por el autor en un campo de concentración nazi. Se vive porque hay  un sentido para vivir, sea este cual fuera; construirlo hoy, en las sociedades supercomplejas y en tiempos de pandemia,  es tarea de doble dificultad en la obra Metafísica y en las reflexiones de los autores que expresan sus ideas en Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia. El análisis crítico apenas deja atisbos de esperanza más allá de las acciones solidarias de buena parte de la población en alguno de los autores. Perdidas también las referencias que enmarcaron las ideologías comunes en el decir de Francis Fuk

uyama con El fin de la historia, quedan pocos senderos comenzados en este tiempo de postmodernidad, más bien pareciera que un ciclo ha finalizado y, sin embargo, todo queda por hacer si hemos de seguir vivos.

La vida es co-creación en el pensamiento del profesor Martínez, crear tan solo  es alejarnos de la realidad, por tanto, idealismo. Esta -la realidad- se forja como segunda naturaleza afianzada en la naturaleza primera, enraizada en el ecosistema que nos permite vivir a todo ser viviente. Desde este básico postulado tendremos que hacer lo que todo grupo humano ha hecho siempre: forjar nuevos postulados que soporten la acción en un camino ascendente que ya imaginara Henri Bergson en la Evolución creadora. Las referencias deberán buscarse, unas nacidas para este nuevo tiempo y otras en lo acumulado por el hombre en su devenir histórico. Este tiempo a nadie dejará indiferente, pero nada positivo para la vida saldrá de la irracionalidad, de la negación de lo que somos.